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Madam Estefania
De Juan Godoy
Cholita levantó sus brazos adormecidos, los estiró apenas, y, girándose hacia el lado opuesto de donde estaba sentada la Juana, le ofreció una caña de vino tinto con harina tostada: para ella era la chupilca del alba. Sus brazos, pesados, volvieron a funcionar. El milagro de la chupilca. Luego pasó sus manos por su cabeza sucia: guaipe podrido y repleta de grasa. Por tomar tanto vino: por querer apurar la muerte y desaparecer pronto. Dijo unas palabras -¡nacer para tomar!-, y se levantó de la silla: fuera, en la calle, los vecinos gritaban que don Cesar, hacendado de todo lo que se movía en el arrabal , andaba cobrando los arriendos. Cholita no se alarmó y, como nada, se miró al espejo grande de la casa: espejito espejito ¿quién es la más borracha del barrio? Siempre la misma pregunta: siempre el mismo llanto, la misma violencia con la cual golpeaba la lamina de cristal, ya demolida, con botellas de vino o con puños desnudos. Juana, su hija, se estaba peinando frente al espejo. ¡Sí! Hoy vinieron sus vecinos a su casa a darle la información que el perro de don Cesar anda miando toditos los árboles de la barriada y mordiendo a los que no pagaban el arriendo: perro grande, pastor alemán, con dientes que parecían cuchillos de matarifes. Al principio la Cholita no se asustó porque sabía que por causa de aquel pastor alemán don Cesar tenía denuncias en un tribunal de santiago, de la casa numero doce, en donde el pastor alemán le cortó un testículo a un arrendatario que no podía pagar el alquiler. Fuera de la casa se sentía el ladrido del perro. El perro ladra en la puerta de la casa número siete. Media hora estuvo ladrando el perro canalla: violento que llegaba a nervioso hasta a un muerto. Don Cesar, achispado que andaba, no respetaba ni al mismito evangelio que lo bautizó. El imbécil creía ser interesante. No se puede reprimir los deudores con métodos bárbaros, decía la Cholita. Entonces, su hija, la Juana, aconsejó a su madre a que se rociara parafina en todo el cuerpo para que el perro no la mordiera ya que el perro, pastor alemán, odia los hidrocarburos. Le decía que no olvidara el penúltimo quiltro de don Cesar que fue envenenado con carne inyectada con parafina. Pero era inútil matarle los quiltros porque luego se compraba otro. Aparecía por el barrio con perros inmensos, grandes como vacas, fuertes como caballos y gritaba a medio mundo que sus animales se pueden comer hasta un tanque y como postre a todos los arrendatarios morosos… La Cholita se encerró en la cocina y comenzó a rociarse la parafina en todo su cuerpo. Don Cesar podía llegar en cualquier momento…, desgraciado, chistoso se cree el impuro. Su cuerpo grande, como el de un gigante, lleno de puros músculos, sí, los había tocado, los había sentido en su cuerpo desnudo: puros nervios, gruesos como un cordel, de esos que sujetan los barcos en los puertos. La Cholita los había apretado hasta perder la respiración. La semana pasada, al muy inhumano, se le antojó cortar todos los arboles del barrio. Analfabeto, ignorante. Ha dicho a la municipalidad que el respiro de todos sus arrendatarios son de su propiedad y también el de los árboles. Dijo que había leído en la revista Time que muchos esconden su dinero en algún hueco del árbol frente a su puerta. ¡Idiota! ¡Bárbaro! ¡ A él voy a pagarle mis pesos, mírenlo nomás! Pago solamente las mandas que hago a la virgencita, no a ese rico hediondo a perros alemanes que se cree Rambo porque tiene su cuerpo bonito…, coyote sin alma: debería ocuparse más de su pobre mujer que pasa más en el hospital que en su casa. Tiene lindo cuerpo, no lo niego, pero eso no lo autoriza a destruír el barrio. ¡Huevón pa’ lindo!... hay pocos ejemplares bellos en la patria pero con los pobres no debe ser malo el sinvergüenza. Ha jurado de botarnos a todos de las casas porque piensa construir un supermercado. Si su mujer se enferma el matón sale a desquitarse con nosotros. La última vey que vino empezó por la casa número uno y rompió todito mientras los arrendatarios pedían ayuda desde el techo de la casa. Pobre luchita, anciana que es sale a lavar ropa ajena, y el verdugo de don Cesar le destruye todo: pobre vecina; ¡y tanto que le costó comprar sus cositas! Después, la casa dos y, el perro, tan malo, le cortó dos dedos a un ciego, los otros se lo dejó colgado a mitad. Rubencito, pobrecito, sin sus dedos no podrá tocar la guitarra en la feria: ¿cómo trabajará? Habían llegado a la casa tres cuando llegó la Madam Estefania, casi por milagro, como si la hubieran mandado del cielo. Tan linda ella. Si hasta carita de Virgencita tiene, con sus ojos como de limón y sus senos, grandes como montaña, podrían alimentar a todos los guachos de Chile. La Cholita se arrodilló delante a una virgen María que tiene en su cuarto y rezó un par de padres nuestros. Había bebido tanto. No solamente la chupilca, que le mejoraba el pulso. Es que quién sabe por qué don Cesar era tan malo… En la cárcel deberían encerrarlo. Si llegara a caer preso en la Penitenciaria, lo pasaría muy mal ya que el hermano de Rubencito lo espera: en todo caso en la cárcel pública tiene muchos amigos: don Cesar pagaría todo lo que nos ha hecho sufrir. La Cholita iba a pasarse el día fragante a parafina y sin salir para nada, con deseos de ir al boliche de la vieja Melania a tomar una caña de tinto. Se sentó en un sofá, cerró sus ojos lentamente…, al cerrarlos, allí en el sofá, al lado de la ventana, estaba su cartera. Cartera de cuero, con las manillas rotas y las costuras descosidas: contenía sus pocas cosas. Ahí su carta de identidad: la foto: una princesa. Es decir, ahora no es linda porque el bruto de don Cesar mató su preciosura . Antes era una mujer hermosa, atlética como esas gacelas cubanas. El vino le había comido la belleza. Ahora sus carnes eran mofas, sus brazos amoratados y sus grandes pechugas como dos pedazos de carne caída del cuerpo. Nunca se supo porque la llamaban la Cholita ya que su piel era blanca, su rostro fino y con dos ojos que parecían sacados de un gato siamés. En su juventud había frecuentado el liceo y la Universidad. Muchos piensan que el apodo, Cholita, nació en una gira de la Universidad en Chiquicamata. Veintidós estudiantes habían sido invitados por la dirección de la minera a participar a un estudio sobre las riquezas del subsuelo. Los mineros se portaron muy cordiales con los estudiantes y, uno, de piel morena, guapo y parlanchín, la llamó, Cholita mi amor. Desde aquella vez sus colegas de la Universidad la llamaron, Cholita. Eso dicen, algunos. Otros dicen que el apodo se lo ganó cuando se fue al Perú y vivió con un cholo. Cuentos de los vecinos, obvio, porque la envidiaban ya que era educada e inteligente. Hija de un conocido doctor chileno se casó con un militante troskista: abandonó su nido dorado y siguió al hombre de sus sueños. Ahora, al mirarse en un espejo quebrado, en medio de la pobreza, quién sabe por qué le entró ganas de maquillarse otra vez. Hacia años que no lo hacia. Sin moverse del sofá, para que su espejo no se cayera, se pintó los ojos. ¡Un payaso! Mejor sería no tocarlos. Pero los dejó así. Arregló las pestañas… ¡no!, parece que no está tan fea, los párpados, las cejas… Pasar todo el día arreglándose la cara para no aburrirse. Jugar con los colores y cambiarlos para que Juana me diga de dónde tengo que sacarlo porque mi cara se llenó de arrugas. Pero no tengo posibilidades. En cuanto saliera su hija a comprar las cosas para el almuerzo iría donde la Madam Estefania para ver si entre sus maquillajes encontraba un poco de crema para hacer el milagro y esconder las arrugas. En un barrio como el de la Cholita no se podía pretender tanto. Sí, donde la Madam Estefania, pero antes de salir debía asegurarse de que don Cesar se había ido, si es que era verdad que hoy estaba. Porque bien podía ser que hubiera oído la información mientras dormía como a veces le sucedía soñar con los ladridos del pastor alemán o sentir los gritos de los vecinos, o que solamente hubiera imaginado los ladridos. Ni ella misma lo sabe. Tambaleante se puso unos zapatos. Mirándose al espejo grande notó que sus narices se habían hinchados, engrandecidas, sus pelos gruesos como crines de caballos salían fuera de las fosas nasales. Ebria, llevando unas pinzas en la mano, caminó como una herida por el barrio. Los crios corrían en las calles, otros se revolcaban en la tierra: gatos y perros que se batían por mantener su dominio del barrio. -¡Cholita! Le gritaban. No escucha: tan fuerte el ruido. Se apoyó en un quiosco, junto a un árbol. Pero no, no voy a molestar a todo el vecindario. A la Madam Estefania sí. Se dirigió a la casa 25. -¡Madam, Estefania! - Diga, Cholita… Buenas… -¿Dónde va tan pintada? - Vengo a pedirle un favor. Tan buena que es usted, sabiendo lo que soy y… Amante triste, amante abandonada. Se lo dijo a la Madam Estefania cuando entró a su casa. Y tan linda ella. Quién iba a permitir que el pastor alemán hundiera sus dientes en esas carnes tan frescas y perfumadas. Aunque en la noche es una puta feliz de piel hambrienta y de hombres calientes que pueden lamerla como lo hacen los perros. La Madam Estefania trabajaba en un prostíbulo del centro: ni siquiera descansaba y trabajaba hasta con la regla. Anoche le fue muy bien. Cierto que le hubiese ido mejor, pero un cliente rico, holandés, al saber de que barrio venía la Madam Estefania dijo que iba a llamar por teléfono y no volvió.Por suerte que la Madam Estafania no niega su barrio. - Quiero maquillarme. ¿No sabe que don Cesar anda por el aquí? La Madam rió. - No sé. -¿No teme a don Cesar? - Él me teme. - Entonces protéjame un poquito para que no me muerda el perro.
Al sentarse sobre la silla de la Madam Estefania, para tomar un maquillaje con sus manos temblorosas, a la Madam le cayeron las lagrimas. Muy sensible la Madam Estefania, demasiado enternecedora. Abrió una botella de vino, puso dos vasos sobre la meza y los llenó. Levantó el vaso hacia arriba, lo santiguó y mientras recitaba , la Cholita, canturreó muy fuerte: …Cuando se agoten las pilas de todos los timbres que vos apretás… Arrugada estaría la Cholita pero se iba a achispar hasta que se apagaran las velas de su vida. En sus manos, temblorosas, además de sus pinzas tenía un anillo de diamantes bastantes caros. Don Cesar se lo regaló. Eran amantes y, el regalo tan caro, era para consagrar el amor.“ ¿Que noche sería?, ya no me acuerdo” A don Cesar, yo le bailabo desnuda. Era mi tarzán de la cama. Su cuello de toro enojado me excitaba y me ponía como yegua enfermiza de sexo. Recuerdo sus aplausos y la música: recuerdo sus gritos: “ven a sentarte a mis rodillas Cholita, muévete, me gustas como amante ¡No temas a mi perro!” me decía. Estos hombres de músculos y manos de gigante son todos iguales: apenas ven dos tetas comienzan a manosear como lo hacen los ginecólogos. Sabe, Madam, los hombres son fetidos porque dejan todo hediondo a sudor de caballo chacarero, a orgasmos de una compañía de soldados… Y la Madam Estefania, ebria y en medio de un barrial de meados, puesto que cuando la Madam Estefania se achispa se mea en los calzones, reía y cantaba. La botella se vació. Se abrió otra y otra hasta llegar a la quinta. La Cholita,después de tomar tanto, ya no estaba para maquillarse. Después de la quinta botella llegaron los vecinos a la casa de la Madam Estefania. Había rincón y vino para todos y también para la gente de otro suburbio. Nadie podía negar que a la Madam Estefania le iba tan bien en su trabajo que hasta podía descansar un mes. Si, ¡es verdad!, porque todos los vecinos estaban de acuerdo que la Madam Estefania siguiera trabajando como puta para que al barrio no le falte nunca el pan ni el vino. Le aconsejaban que nunca busque un trabajo decente porque su traste era una minera y las industrias o talleres no pagan por las curvas. Tan buena y manejable la Madam Estefania. No por nada es la madrina de casi todos los niños del barrio. Les compra ropas a todos, zapatos, volantines, trompos, cuadernos, libros. Y cuando uno de sus ahijados tenía cumpleaños, ¡aleluya! Ordena a don Juan, el carpintero, de poner al medio de la calle una mesa larga y la llena de fruta, de chocolates de tortas y la fiesta era grande ya que sus ahijados le regalaban dibujos, le cantaban, le bailaban; confesaban lo mal que se portaron durante el año. Y luego, después de la siete de la tarde empezaba la fiesta para los adultos: y vamos que sobre las mesas aparecían garrafas de tinto, garrafas de blanco, carne, panes, pichangas: y vamos cantando ya que la fiesta era grande, porque era la fiesta de un ahijado. Hasta los pacos llegaban y tomaban parte en la fiesta, se achispaban y prometían que nunca se llevarían presos a los del barrio: puras promesas nomás porque luego que se hinchan de carne y vino se llevaban preso hasta al gato. Y la Madam Estefania no repara en gastos, firmaba bonos, “mañana pago ¿y qué fue?” Todos le fían porque ella paga puntualmente sus deudas, una veces con dinero u otras veces con su cuerpo. Tan buena ella. No sabe decir no. Al mismo tiempo, no solamente sabe trabajar como puta: hace traducciones de ingles. Tan inteligente la Madam Estefania. Y la Cholita se fue a dormir a la cama de la Madam Estefania y se pasaría todo el día entre sabanas perfumadas, roncando, soñando, cantando. Claro que la Madam Estefania no aceptaba que otra mujer se acostara en su cama. La sacaba a patadas de ahí y todos aplaudían porque la Madam Estefania fuera de ser muy hermosa era también una mujer que golpeaba como un toro enloquecido. Todos la felicitaban. Que la Cholita no vino a que la golpearan, decía su hija, la Juana. La Madam Estefania tiene razón no obstante la Cholita sea del barrio no tiene derecho a ensuciar la cama, decían otros. Tan dura la Madam Estefania. Eso no podía negarse. Lo malo de ella no ser ahorrativa. Y todos los domingos mandaba al hijo de la panadera a jugar unos cuantos miles de pesos a un caballo que, según ella, era un dato de un cliente. Tan bueno su cliente… Italiano, con tanta plata que podría levantar cien veces Santiago. Siempre le da datos y promesas de amor: tan italiano don Faustino, ya que se miente tanto. Sueña con la extinción de su mujer, doña Marta ,que es originaria de Roma, tan buena y fuerte es que le soporta todos los cuernos que don Fausto le pone, no importa, ella lo comprende y sabe que la Madam Estafania es su amante. Para la Madam es lo mismo: sabe que los hombres son infieles hasta con su lengua puesto que se la muerden de continuo. Y cuando la Madam ganaba en las carreras, ábrete cielo: asado y vino para todo el barrio Y quien sabe que iba a ser con tanto dinero ya que la vida era para gozar no para ahorrar. Jamás entró a un banco. ¡Qué Banco! Incautos… Yo me acuesto solamente con clientes que pagan al contado; a la mierda las cartas de crédito. Nos falta solamente eso… una maquinilla para las cartas de créditos. Y los ladridos se escucharon en la puerta de su casa. Puso música del brasil y bailó sobre la mesa de centro. La Cholita, golpeada y borracha, bebe que bebe. Don Cesar sintió música y entró a la casa para ver quienes estaban tomando con la Madam Estefania: mirando con desprecio a cada cual de los presentes entonó: Con derechos y sin derechos/hago siempre lo que quiero/ y mi palabra es la leeeeeeyyyyy... A la mierda la ley de don Cesar ya que el perro terminó hecho cadáver: la fiesta se hizo más grande porque don Cesar lloraba arrodillado delante el cuerpo sin vida del pastor alemán, y la Cholita, ¡qué coraje!, le dio hasta un puntapié al cadáver del quiltro: y vamos, que la rumba es rítmica y no hay tiempo para llorar perros. Y la Madam Estafania, tan profesional, se desvistió delante todos los invitados y bailó alrededor del pastor alemán: su cuerpo tan bonito, era envidiado por todas las mujeres:que la virgencita lo conserve…, amén. Y vamos que se armó la tendalera porque llegaron los pacos y toditos presos, hasta el perro muerto, ya que apestaba el aire.
Capitulo dos
La casa de la Cholita se estaba cayendo. Sus muros de adobe revueltos con paja y guano de caballo. Tantos chinches que nacen en los muros, de hinchados que son parecen porotos negros. La Juana no hallaba que hacer con las plagas de chinches. No servía pintar los muros con cal, igual nacían estos chupa vidas. En las noches transitaban hasta doce chinches por su cuerpo. Picaban fuerte y se alimentaban de la sangre de la Juana. La Cholita, en cambio, no los sentía. Claro, borracha como era no sentiría ni un tanque sobre su cuerpo. La tonta de la Cholita, una noche escuchó a la Juana que se lamentaba contra los insectos y, para quemarlas, encendió una vela: sucedió que casi incendió la casa ya que el muro se vio envuelto en llamas y tuvieron que venir los vecinos a apagar la llamarada. La historia de los chinches era una pesadilla para todos los vecinos. Fuera de eso una mañana se dio cuenta la Juana que la muralla del dormitorio de ella ya no estaba tan derecha, sino que chueca, y el carpintero tuvo que sostenerla con un tronco. Pero el tronco se quebró en dos, quién sabe cómo, el muro siguió doblándose. Don Cesar, desgraciado mire nomás el bonito, pretende que le paguemos arriendo por estas murallas chuecas. Ni empanadas puedo hacer ya que más chueca se ve la muralla más chueca me salen las empanadas. Desgraciado, que ni respeto tiene.por algo nacional A él me gustaría verlo comer una empanada chueca, el lindo que se cuida tanto sus dientes derechitos: se le podrían enchuecar de tanto masticar. Yo estoy poniéndome media turnia con la muralla. Por suerte la Madam Estefania ve todo y lo sabe todo, tan humana y santa ella. El gobierno debería darle una medalla … Hizo levantar un muro nuevo. Claro que don Juan, el carpintero, que sabe hacer de todo, se olvidó botar el muro viejo y la casa de Cholita era la única que tenía una pieza con muralla doble. No importa. Las empanadas ahora salen derechitas. Mentiría si digo que el corazón de la Madam Estafania nunca estaba con los vecinos. Latía para ellos. El muro viejo se podía botar más tarde. No había apuro. Don Cesar, animal, mandó los pacos, no por las empanadas derechas, sino por la muralla doble: el fresco pretende que le pague duplicado arriendo por ser la única que gozo de dos muros ya que eso, en el invierno, me hace ahorrar carbón. Los pacos se fueron del barrio solamente cuando la Madam Estefania firmó que era la responsable de la construcción del muro. Claro, don Cesar pedía la cárcel para ella, pero no había en Santiago un Juez capaz de encarcelar a la Madam ya que casi todos habían dormido con ella. No se recordaba otra persona como la Madam. La historia de la Madam Estefania comenzó cuando nació. Su madre había quedado embarazada seis veces y las seis veces dejó abandonado los recién nacidos muriendo, estos, de hambre y frío. Al sétimo embarazo, encerrada en un manicomio y con camisa de fuerzas, la madre dio a luz a Estefania. Luego, horas después del nacimiento, fue trasladada a la casa del director del manicomio y la adoptó como segunda hija. Estefania creció y estudió en un buen ambiente. Una noche, mientras dormía, el director del manicomio entró a su dormitorio y le robó la virginidad. Así pasó una noche, otra noche y tantas noches. Estefania dejó la casa y se fue a vivir a la casa de una amiga del liceo. A los pocos días el padre de su amiga se aprovechó de ella y, vamos de nuevo en busca de otra casa. Encontró, finalmente una amiga, la mosca, la cual era hija de una remera muy conocida en Chile. Vivió con ellos hasta que se le propuso de trabajar como prostituta en burdel de la señora X. Estefania no tenía salida. Si decía si, le presentaban enseguida un cliente generoso y rico, si decía no debía dejar la casa: aceptó y se presentó al departamento del cliente rico. Estefania se encontró con un anciano pero que tenía la fuerza y condición de un búfalo. Terminado su trabajo recibió del anciano una cantidad de dólares y un anillo con dos perlas. Estefania siguió visitándolo hasta que su cliente se le murió en los brazos. Pasó cuatro años en la casa de la señora X y luego la dejó para seguir un cliente, don Cesar, el cual le ofreció una casa gratis en el barrio de la Cholita. Así llegó ella al infierno. Bueno no tenían por que andar contándolo en el barrio, cuando ya no quedaba nadie sin saberlo. Un domingo, bautizo de un nuevo ahijado de la Madam Estefania, el cura no quería dejarla entrar a la iglesia. Por puta. Faltaba un minuto para las seis de la tarde. Un minuto, que mandaba al aire una fiesta grande. Claro, el cura tuvo que ceder. Los vecinos contarían que el cura también se había enredado en las faldas de la Madam Estefania. Bueno. Una sola vez, para descargar las tensiones: tantas confesiones eróticas en el barrio. Los muchachos, una plaga, entre diez y trece años, ¡Madre inmaculada, espejo de la justicia, trono de la sabiduría! La plaga de los canallas había perdido el celibato con una gallina de la vieja tela. El pecado fue el de haber ganado un partido de fútbol a los barrabases del barrio matadero: Los adultos van a putas... se dijeron entre ellos..., nosotros tenemos las gallinas de la vieja tela. Y en fila, delante el confesionario, la plaga de querubines confesaba sus pecados. Y todos lo saben en el barrio que la vocación de teólogo es dura ya que escuchar, domingo a domingo, todos los experimentos sexuales de los muchachos llevan a secar la garganta e incitan beber el agua del pecado… Se comprende que un cura no es de fierro. En fin, una hora para sacarse la sotana, y tres minutos para perderse en las sales de la Madam Estefania. El bautizo se haría. En las casas ni un alma. Claro. Bautizo. Hasta los más ateos, que siempre armaban la grande contra la metafísica, estaban arrodillados en la iglesia esperando que terminara la misa para ir a chupar como Dios manda. La madrina, tan caritativa ella. Lanzó tantas de las monedas que los niños se perdieron la fiesta, debido a que pasaron horas y horas recolectándolas. Y el cielo se puso negro. ¡Qué rabia! Si llovía, todas las casas de don Cesar quedarían sumergidas y los hombres se pasarían el día secándolas. La Madam Estefania rezó para que no lloviera. Solamente un paraguas para todo el barrio. Se prendieron velitas a la virgencita y salió el sol, tan buena la virgencita que en cuanto la Madam Estafania reza se cumplen todos sus deseos. Las casas del barrio eran tantas pero eran pocas las que estaban habitadas porque muchos vecinos se trasladaron a unas poblaciones nuevas: ahora con las casas abandonadas se podía ocuparlas y dejarlas como uno quería. No es que las casas de las poblaciones nuevas fueran las mejores ni más cómodas, pero en fin, eran casas nuevas. Ahora las autoridades seguían mandando gente a vivir a los potreros cruzados por canales repletos de ratas y excrementos humanos. La población nueva: vecinos nuevos; en fila india los hoyos ciegos. Que lindo se veían… Cubiertos con unas casitas de tablas de pino: lindas ya que parecían colmenas para las abejas. Se podía (finalmente) hacer la caca sentado, se podía leer comodamente el periódico y hasta con los pies colgados: entretenido ya que se podía hasta jugar con los tacos y hacer música de percusión. Claro al inicio se podía estar una media hora; semanas más tarde ni un segundo. Más allá, detrás de los cagaderos públicos, más pudridero y más agua del canal. Población nueva: familias numerosas: doscientas viviendas de maderas con dos piezas y un patio pequeño. ¿Luz eléctrica? Imposible señores, la población es de emergencia, sigan votando por nuestro partido y verán que con tres gobiernos más el ministerio de la vivienda ofrecerá grandes planes para los sin casa. ¿Y la ingenie, señor ministro? ¿Deberemos esperar dieciocho años para curar nuestros cabros? Ya se pusieron izquierdistas, señores. Nuestro gobierno les da una mano y ustedes se toman los pies… Les doy un consejo de ministro: caguen menos y así ensuciaran menos, eso se llama ser patriotas: Viva Chile Mierda… Unos vecinos en las poblaciones nuevas otros en el barrio de la Cholita. El bautizo era una comunión general para todos los paracaidistas del sector. El corazón de la Madam Estefania no tenía números: podían venir todos los que quisieran. Cada uno se vestía como podía. La Cholita se había vestido de monja, no tenía otra ropa para ir a la iglesia. Risas y risas, hasta perder el conocimiento, y más risas de todos los vecinos. Las risas no eran burlescas: no. Eran de desesperación. La Cholita rió. Tanto humor ella: cuando nació la Juana, hace más de veinte dos años, hizo construir en ella un humor de madre para que fuera feliz. Si, la Cholita en sus primeros años de casada sufrió mucho. Ya… Antes una casa de lujo, ahora, al inicio de la construcción de una familia, en un barrio insalubre. La revolución proletaria que se había inventado su marido no llegaría ni en el año tres mil a Chile. Y la Cholita, abandonada por su familia, se botó a beber. Y pasaba todos los días empipada, esperando la revolución del proletariado. Quedó embarazada y nació la Juana. Se acostumbró a vivir como una verdadera proletaria y consumió toda su ropa para hacerle la ropita a su hija. Bueno ahora, gracias a don Cesar, llegó al barrio la Madam Estefania. ¿Qué sería de los vecinos sin ella? Andaban diciendo que la Madam Estefania, que la virgencita la apoye, iba a comprar todas las casas del barrio. Tan buena y nada de creída, siendo puta y todo. No como otras rameras, que se les ocurría que por tener un departamento cerca del estadio nacional tenían derecho a darnos del roto y de insultarnos. Siempre me acordaré de la francesa, una muchacha de origen parisino. Ella fue que le puso Madam a la Estefania. Era tan buena con nosotros, lástima que murió baleada en un Night. La culpa la tuvo una cabaretista ya que era a ella que debían darle las balas, pero puesto que se parecía a la francesa el asesino la confundió y la mató ahí mismito. Que rabia… Meses más tarde el hombre se entregó a la homicidios y confesó su dolor por tal crimen. La cabaretista, tuvo que dejar Chile y esconderse en Argentina ya que el homicida dejó en poco tiempo la cárcel y la encontró en Buenos Aires. Nadie esperaba que el homicida la perdonara: se casó con ella y, eso no es nada, con el tiempo se nacionalizaron argentinos y tuvieron tantos niños. La vida es irónica. Quería matarla porque era celoso. Ahí terminó la pasión de una celosía. La Madam Estafania sí por casualidad nos veía en el centro no se hacía la lesa. Aunque a veces, si la Madam Estefania estaba con un cliente y este se distraía nos saludaba. En el bautizo se sirvió carne de caballo, tan bueno don Fautisno, nos regaló un caballo de carrera para el asado: llegaba siempre último. Pavos y ensaladas de lechugas con tomates. La Juana se sentó al lado de la Madam Estefania y comenzó a contarle algo en las orejas. La Madam Estafania ya no podía seguir conteniendo el silencio porque el cuento de la Juana era muy divertido. Casi de escritor. ¡Tanto que la aconsejó la Madam Estefania que se escribiera en la Universidad y que ella le pagaba todo! Pero la Juana, que dejada, nunca quiso. Cuando terminó el bachillerato, su madre, la Cholita, casi enloqueció de alegría y también de tristeza: en la fiesta del bachillerato su marido murió ahogado con un pedazo de carne en la garganta. Adiós revolución... a la cresta el internacionalismo.
¡Mala suerte! La Juana, desesperada, se cortó las venas y se echó a morir. La salvó, tan regia ella, la Madam Estefania que llegó milagrosamente a su lado. Por no haber visto que la Juana había intentado el suicidio, la tonta de la Cholita, la imitó y, como estaba tan achispada, en ves de enterrar el filo de una cuchilla en las venas, perdió el equilibrio y cortó un cordel que sostenía un macetero lleno de cardenales cuyo peso le cayó en la mollera y la dejó tres días sin conocimiento. Con aquel golpe en la sesera la Cholita había perdido un poco la memoria. Ayer se le contó que don Cesar estaba por venderle el barrio a la Madam Estefania. Yo no me voy de la casa, me quiero ir desde aquí al infierno. Ya no era simpático hablar con ella. Ni siquiera se acordaba que tenía una hija. Qué decir sobre sus vecinos: se había olvidado de sus nombres. Nunca olvidó el nombre de la Madam Estefania y tampoco el de los tangos que le gustaban. Pero del resto no se acordaba ni mucho menos de don Cesar y su perro nuevo. -Mamá como no vas a acordarte de él. Se habla tanto de sus discriminaciones. - Juana de aquel hombre hablas mucho. - Mamá, ese mariconazo con el cuerpo de gladiador y de manos de gigante que viene a la barriada a cobrar el arriendo con su perro alemán. Era tu amante pero después se casó con la gringa. Mamá ese con el pelo en el pecho y las patas hediondas: ese con los ojos negros y cogote de toro loco que yo, años atrás, cuando él era menos chiflado, lo encontraba lindo, hasta que esa vez vino con el perro a la casa y el quiltro me mordió la mano. Mamá, acuérdate cuando me llevaron con hemorragia a la posta. Inútil. La Juana tuvo deseos de meterle la cabeza a un tambor lleno de agua y ahogarla. Vieja alcoholizada. Ya no le queda más que una esponja en lo interior de la sesera. ¿Para qué hablar con la Cholita si no se acordaba ni de la Juana? Limpió un poco la casa para olvidarse de su madre. La Cholita se quedó mirándose el anillo de diamantes mientras la Juana lloraba de impotencia. Luego comenzó a gritar - Tú eres mi madre La Cholita la miró. -¿Mi hija? - Soy la Juana. -¿Mi hija, la Juana? - Sí. - La Cholita se sacó el anillo de su dedo. - .- ¿Te gusta? - - ¿Me reconoces?. Soy tu hija. - - Bueno. ¿Cómo te llamas? - Juana. - -¿Cómo sabes que yo soy tu madre? Juana le dijo que era hija del finado Palacios el cual era su marido, primo hermano de don Cesar. Cholita no se acordaba que su marido era primo de don Cesar. Mamá todo el barrio sabe que mi padre se alejó de la familia para vivir con los pobres y cuando don Cesar supo que mi padre no se interesaba de su riqueza, así nomás, sin pensar un minuto, lo hizo firmar un certificado que mi padre renunciaba a todo sus derechos de rico. ¿ Así es que don Cesar se adueñó del barrio con la plata de tu padre? - Con la plata de tu marido. -¿Mi marido? -Si- - Mí marido me dejó desde hace años. - ¡Falleció! - - ¡Me abandonó! Irresponsable. Irresponsable. Si tenía dinero, podía decírmelo: Irresponsable. Se dejó estafar de su primo que es como un perro con nosotros. Entonces, se lo diré, no sentiré miedo de su perro porque es mi perro. O por lo menos, mitad del perro. Era como si esa información le fuera a servir para evitar que don Cesar la persiguiese. Era una lástima que la Cholita no se recordara de todo. ¿Para qué tener miedo? La Cholita se bebió un litro de vino. ¿Que iba hacer hoy? ¿Iría donde la Madam Estefania? ¿Para qué? Si volvían a hablar de don Cesar seguro que diría: - Sus riquezas eran de mi marido. Qué todo el mundo se quede tranquilo en sus casas: vecinos abriguen bien los huesos, miren que llega el invierno y lo único que podemos hacer es esperar que llegue el verano y no nos lleve la pelada. La Madam Estefania, en cambio era la vida. En el invierno, cuando el barrio tenía frío ordenaba a don Juan, el carpintero, de cortar un árbol de un parque y hacer una fogata en medio de la calle. La Juana contaba a sus vecinos que tenía deseos de casarse. Hambre de sexo. La Juana sentía deseos de tener un hombre y hacer lo que dios manda: ¡Sexo! Pero si ya lo tenía con la Madam Estefania. No es lo mismo una mujer que con un hombre. Pero si antes ya lo había experimentado, mucho antes que supiera que las mujeres tenían la regla. Era inocente, la Juana. Y después negaba. Que no quería que la llamaran maricona. Que ya no hacia tortillas con la Madam Estefania ya que una puta puede tener muchas enfermedades. La Juana deseaba hacer el amor con los cabros de su barrio.Las vecinas, faltas de escuela sexual, pues recomendaban a la Juana de lavar los penes de los chiquillos del barrio con leche de cabra: solamente así podría evitar un hijo cholo. Juana, la inocente. Tantas veces acompañó a la Madam Estefania al burdel. Escondida dentro de un ropero miraba como la Madam Estefania hacia el amor con sus clientes. La Madam Estefania le decía que el trabajo de rameras es solamente para todas las mujeres que nacen en el mes de los gatos. La Juana, inteligente en sus estudios, ingenua en la vida: no podía distinguir lo malo con lo bueno. Deseaba un hombre bien educado y que no le deformara el cuerpo de tanto, sexo. Juana era la chiquilla más bonita de todo santiago. La junta de vecinos llegó a prohibirle a que se casara. Serás nuestra virgencita, le decían. Y en las procesiones del mes de María, , la vestían de inmaculada y todos los creyentes corrían a tocarla. Harás milagros Juana: serás milagrosa. Y los vecinos la protegían, la cuidaban y, sin exagerar, otros querían matarla para luego hacerle una gruta y pedirle milagros. En el verano, dentro a una piscina pública, la Juana se dejaba acariciar por los amigos del barrio. Si la Juana quedase embarazada pues era por la culpa del agua con cloro, así lo decían en el barrio: “chiquillos, si se manosean métanse guantes de goma por que Juana podría quedar preñada…Y la Madam Estefania calmaba los críos y les explicaba a todos sus ahijados cómo y por dónde se puede dejar una mujer esperando y que los guantes son puros cuentos de viejas antiguas y cartuchas. Pedía que con sus ahijados se fuera claro sino ella misma se los llevaría al burdel y les mostraría como se hace el amor. Alguien salió con machete en mano de su casa: no era para matarla, como decían los más hocicones, no es cierto, era para darle su apoyo en los estudios de sexología. Cuando en el barrio se hizo una reunión para hablar del sexo se tuvo la presencia de tres niños y dos adultos, el resto no andaba con ánimos de discutir cosas demasiadas complicadas. ¡Idiotas! Tanto hablar que la Madam Estefania es una santa, que es una puta buena, que es el mejor candidato para la república de Chile, que nació para dar felicidad, y bla bla bla. Ahora que ella necesitaba del barrio nadie salió de su casa… No importa chiquillos, quiero que me den un agarrón en los senos, no tengan miedo… no duele, son buenos los agarrones… y cuando los niños obedecieron salieron los vecinos de las casas a impedir que los niños se transformaran en depravados. A ver nomás, moralistas, sinvergüenzas, escondan la verdad del sexo y vuestros hijos serán maricones de todos los burdeles de Chile. Y la Madam Estefania no se equivocaba nunca. Para demostrar que ella no mentía mandó a don Juan, el carpintero, al burdel y ordenó que trajera un coliza al barrio. En una hora lo tenía en la barriada. Era una muchacho muy joven. Alto, de orejas largas, cara de mujer, delgado y de ojos grandes. Llegó vestido de española, con un largo traje de felpa roja cocidos con hilos color oro. A la calle salieron todas las madres. Y el mariquita bailó cantó recitó. Al terminar gritó como un maricón eufórico. La barriada estaba impresionada. Se acordó que los niños, entre hombres y mujeres, aprenderían a tener sexo. Triunfante la Madam Estefania ordenó vino para todos: y vamos bailando que la cumbia es buena y hay vino hasta para vengar a los muertos de cirrosis.
Capitulo tres
La Juana, desde el interior de su casa controlaba a don Cesar: pero pese a los insultos que el muy aguafiestas le estaba dedicando, ella no tuvo miedo.
- Pero si eres en barrio una muerta de hambre, pues Juana, ahora con la cuestión de la memoria de tu madre peor: un loco en cada puerta. La pelá no te verá un seso bueno, pobrecita. Que castigo ser hija de un deficiente. -Tu sangre- respondió ella. Entonces si que don Cesar se ofendió. -¿Mi sangre? A golpes de patadas trató de derribar la casa. - Olvídate, cornudo… Don Cesar lanzaba injurias obscenas. Juana buscaba un palo para ir a darle una lección en plena calle. Apareció la Madam Estefania, junto a un anciano, en el barrio. Entraron a una casa vacía que funcionaba como sede de reuniones para la barriada. Los dos se sentaron cerca de la ventana. Al frente don Cesar que rondaba la casa. Madam Estefania encendió un cigarrillo. -¿Me vendes el barrio o no? gritó. Don Cesar movió la cabeza en signo de negación. - Debes decidirte viejo. Firmas ahora el abandono de esta propiedad o lo haces delante al tribunal. - Las casas son mías. - Son de la Cholita. Don Cesar rió. El anciano sacó unos documentos de una maleta. Juana no perdía de vista al propietario. - Mamá don Cesar trama algo raro. - Él es raro de nacimiento. Claro que era harto anómalo que la Cholita se dedicara a observar la gente desconocida, siendo que todos ya lo habían notado. Si, si, reclamar el barrio que era del marido de la Cholita. Juana, la curiosa, salió corriendo de su casa. El perro de don Cesar la siguió. Nunca se había visto correr tanto a la Juana. Se veía más cansado el pastor alemán que ella. Nunca se pensó que la Juana fuera tan ágil. Dieron tres vueltas por el barrio y el perro perdía distancia. La Juana, cuando menos lo esperaba, tropezó y cayó al suelo. El pastor, a pocos metros de la chiquilla había ya abierto su hocico para matar la cría cuando la Juana logró levantarse refugiarse a toda carreran en la casa de una vecina. El anciano, hastiado por tal espectáculo, salió de la casa y provocó a don Cesar. - Aquí cambiarán las cosas, amigo… Tan raro el anciano. Bien vestido, con zapatos de charol negro y cabellos blancos. Tendría sus noventa años, quizás cien… Entregue el barrio amigo, sino lo pasara muy mal. Y don Cesar se sintió amenazado y ordenó a su perro que atacara al anciano. Un un cañón de pistola vomitó dos balas: una para el perro y la otra para don Cesar. Los dos cayeron muertos y los dos fueron quemados al interior de una casa abandonada. Vino y carne asada para todos. El barrio era de Cholita. Ahora las cosas cambiarían. Gracias a la Madam Estefania el barrio cambiaba propietario. Ella, tan buena, iría a la intendencia para pedir que instalen luz eléctrica para todos, agua potable, baños, duchas y hablaría con las autoridades para que pavimenten el barrio y lo alumbren bien, muy bien porque será un barrio decente y no se permitirán rotos. Y la alquimia de la Madam Estefania logró, en poco tiempo, luz eléctrica, agua potable, pavimentación de la manzana y, sin complejos, hasta un teléfono público. Y nadie pagaba arriendo y las casas vacías fueron ocupadas por los vecinos que volvieron de las poblaciones nuevas. A la mierda los votos para los partidos chilenos, ahora querían a la Madam Estefania como presidente de la república… La Madam Estefania de política entendía poco: mejor abrió un burdel en el barrio. Todos los ingresos serán trasladados a un fondo el cual servirá para pagar escuela, vestimentas y vacaciones a los niños de la barriada. Todos trabajaban fuera y dentro del burdel. Juana ponía la música y atendía el bar. Don Juan, el carpintero, construyó un escenario dentro del burdel y le quedó tan bonito ya que lo adornó con ramos de uvas plásticas y con luces a colores que parecía fonda. Cholita quería ser cantante: con su voz harinosa no lograría cantar ni los números de la lotería: le entregaron la tarea de probar los arreglados. Otras mujeres hacían empanadas, otras de costureras, otras de cajeras y otras, rameras de profesión, pagaban el treinta por ciento de sus ingresos a la caja del barrio. Y llegaron clientes de todo Chile a visitar a la Madam Estefania. Clientes, ricos, la mayoría, que en cuanto veían dos piernas jóvenes se ponían a manosear como enfermos. Y vamos que la Madam Estefania había abierto hasta un ambulatorio en el barrio. Los clientes se controlaban la sífilis, gonorrea y hasta el SIDA. Que inteligente la Madam Estefania. Se había ganado el respeto de casi todo Chile. Se inscribió hasta para las elecciones comunales y ganó a los políticos más mentirosos y embusteros de Santiago. Era el remedio de Chile la Madam Estefania porque llegó hasta senadora. Nadie pudo frenar la historia. Todas las casas fueron renovadas, ahora eran villas. ¡Qué envidia! La Cholita, propietaria única de las villas, no cobraba arriendo. La Cholita, con la perdida de la memoria, no sabía que el barrio era suyo. Cuando salía a comprar un poco de vino, lo hacia escondida, con su cuerpo rociado de parafina porque temía a do Cesar y a su perro pastor alemán.
Capitulo cuatro
La Juana deseaba saber por qué el anciano había matado a don Cesar. Una tarde, mientras la Madam Estefania hacia el amor con un cliente, la Juana, trajinó en la cartera de la mujer y revisó una libreta de direcciones. Ahí estaba la dirección del anciano. Salió en su búsqueda y lo encontró agónico en la verja de su casa situada en providencia: tenía las manos en la nuca. Llamó la ambulancia y trasladaron al anciano a un hospital. La Juana continuó la investigación y debía concentrarse en todos los burdeles de Santiago. Sabía que entre todas las prostitutas de la ciudad hay vínculos de delitos. Controlarlas a todas resultaría muy difícil ya que usan nombres falsos y los cambian según el cliente. La tonta de la Juana se creía un 007. Sabía que las regentas y cabrones de los burdeles están al tanto de los clientes y de las rameras que llegan a la casa y hasta de aquellos que fueron robados y de aquellos que fueron protegidos de algún robo. En los días de carreras de caballos en Santiago, las rameras tienen información precisa de los clientes. Saben si han ganado una triple o han dado un golpe. Llevan los nombres en la memoria. Saben si el cliente es serio o uno metido en problemas. La Juana, que tonta, era mejor que siguiera en el burdel de la Madam Estafania y no jugar con el fuego. No, no había caso. Ella quería saber a todo costo quien había dejado agónico al viejo. Una de las primeras cosas que tuvo que asimilar es que la malicia existe, que una prostituta atraviesa días buenos y malos. Ellas esperan siempre dejarse llevar por los sentimientos de sus clientes. La frecuencia de lágrimas es conocida y obedece a razones del corazón. A veces empieza cuando una es poética o cuando le duelen las muelas. Viven pendientes del tiempo, del horóscopo y de la crónica. Juana comprendió que una prostituta está siempre expuesta a que la maten. Dependen del cliente, de sus debilidades extrañas. El viejo seguía grave. No se sabe si tiene parientes, vive solo en un chalet. Durante todos los días que duró su agonía lo acompañaba en su sala del hospital. Una mañana murió porque era débil. Juana no hizo mención alguna a la Madam Estefania. Muchos meses después, cuando ella apenas sería un leve perfil en la memoria de su madre, recordaría la noche en que le contesto: ¿Es tu locura una página de nuestra vida o la locura es nuestra vida? Todo empezó aquel día en que la Cholita se había acostado con don Cesar. Habían iniciado el otoño y el centro de Santiago se veía desnudo, frío, como un cementerio. Se encontraron en la plaza de armas y fueron a beber una taza de chocolate. Don Cesar, la había conocido gracias a su primo, y se enamoró de ella. La Cholita, tan sentimental y romántica, no tuvo fuerzas de decir no y se encontró en un hotel, desnuda, haciendo el amor con su nuevo enamorado. Así pasó los primeros meses hasta que quedó embarazada y nunca supo si de don Cesar o de su marido. La Juana presentía que era hija de don Cesar y quería descubrir eso hasta que el anciano se lo mató. La desaparición de don Cesar y su perro dejó un vacío en la población. Ahora se hablaba de él como un santo. En la iglesia se le prendían velitas y se le pedían milagros. ¡Locuras… de un pueblo! Los meses pasaron y la Juana había conseguido algunas documentaciones sobre el anciano. ¡Aleluya! Se trataba del padre de la Cholita. Mejor dicho, de su propio abuelo. Juana, enloqueció: se compró tres perros alemanes e inició a repetir lo que don Cesar, su padre, hacia con los vecinos. Todos debían pagar arriendo y el que no lo hacia se vería en la situación incomoda de buscar otra casa o de ser masacrados por sus perros. La madam Estefania había dejado el barrio: las tareas de una senadora no dan tiempo para dirigir un burdel. No pasó un mes y la Juana ya había cerrado el burdel y ordenado que sus perros mordieran a las rameras. Los ladridos de los pastores alemanes eran los mismos del pasado. Una madrugada llegó La Madam Estefania hasta la casa de la Juana. No se abrazaron ni se saludaron. Simplemente la Madam Estefania quería ordenarle que terminara con la persecución de los vecinos y de volver al tiempo de antes, ósea, arriendos gratis y abrir de nuevo el burdel. No, no era posible porque la Juana quería ser como su padre. La Cholita, vieja y tonta, no sabia de nada. Ella hablaba de don Cesar y sus perros, nada más. Madam Estefania, desobedecida por una muchachita que había visto nacer…, intentó convencerla. Inútil. La Juana era la otra mitad de don Cesar. Ahora la Juana ordenó a sus perros que rodearan a la Madam Estefania. Pobre Madam. Gritaba de terror y nadie salió en su ayuda. Juana ordenó a la Madam a que confesara toda la verdad sobre el asesinato de su padre y de su abuelo. La verdad tarda pero llega.
Capitulo cinco
Madam Estefania, desde que había sido violada por el director del manicomio, no había abandonado la idea de su venganza. Los años habían pasado y, mientras se encontraba en un burdel de Concepción, encontró al director. Volvieron a Santiago y el director fue por más de veinte años su cliente. Luego conoció a don Cesar y gracia a las historias, que él le narraba del barrio de la Cholita, decidió venir a vivir cerca de ella. “Cholita, es un placer conocerte”, le había dicho el día que se la presentaron. Desde aquella vez, la Madam Estefania no se apartó de la Cholita. Hablaban de la familia y de los estudios que había realizado. Madam Estefania había descubierto que el director del manicomio era el padre de la Cholita. Ahora la venganza estaba cerca de sus manos. Faltaba darle tiempo al tiempo. Los años pasaron y el padre de la Cholita era informado de todo. El hombre estaba enloqueciendo y la Madam Estefania lo convenció a que matara a don Cesar. La Cholita, al decir la verdad, sufrió mucho con la muerte del padre de su hija. Nunca estuvo loca: se hacía la olvidadiza. Desde aquel día iba a llorar a la casa de la Madam Estefania. Fue ahí que la Madam Estefania, después de tantos años, podía vengarse del hombre que la había violado. Una mañana la Madam Estefania sacó a la Cholita de su casa y la llevó en un auto a la casa del anciano. “Ahí tienes el asesino de don Cesar”, le dijo. La Cholita, pues, saltó sobre el anciano y le dio tantos golpes que, como ya sabemos, murió en un sanatorio. Juana, escuchó la confesión y dejó libre a la Madam Estefania. Nunca más se supo de ella. El barrio había caído en desgracia. Las villas se convirtieron en casas viejas y Juana, junto a su madre, salen con los perros a cobrar los arriendos de los morosos…
Fin
Todos los derechos son del autor. Basel 2011